Los especialistas en desarrollo logístico y proyectos sostenibles coincidieron en que el transporte público también es un reflejo de la calidad de vida de la ciudad, de la sostenibilidad de sus políticas urbanas y de su capacidad para adaptarse a los cambios globales.
En un contexto urbano cada vez más desafiante, la transformación de los sistemas de transporte público en América Latina y el Caribe se ha convertido en una prioridad, ya que los modelos que no tienen en cuenta el entorno y el contexto de las ciudades han llevado a sistemas poblacionales densos e ineficientes, generando una provisión de infraestructura costosa y extendida a áreas menos pobladas.
Por esta razón, integrantes del panel “Ciudades resilientes: El futuro del transporte público” señalaron que la clave para una movilidad más eficiente y sostenible radica en un enfoque integrado que combina el desarrollo urbano con el transporte público.
En el marco del Foro Latinoamericano de Infraestructura, realizado en octubre pasado, resaltaron la importancia de la coordinación de la planificación urbana y la creación de áreas densas bien conectadas, que no solo mejoran la infraestructura, sino que también fomentan el desarrollo alrededor del tránsito. Es decir, un “transporte orientado al desarrollo”, donde los proyectos de infraestructura se alinean con las necesidades de crecimiento de las ciudades.
Teniendo en cuenta que, en muchas ciudades de América Latina, las manchas urbanas ya están definidas, son áreas de alta densidad donde se concentran la mayoría de las actividades económicas, sociales y culturales. El reto es que el transporte público llegue precisamente a estas áreas para garantizar su efectividad.
“En materia de transporte público, es crucial actuar en el presente, mientras que la planificación urbana de largo plazo puede seguir su curso en paralelo”, mencionó Paola Tapia, directora de transporte metropolitano de Santiago, Chile.
Resaltó que la planificación urbana debe proyectarse con visión de futuro, tomando en cuenta los cambios demográficos, sociales y tecnológicos. El panel concordó que, cuanto más densa y bien organizada sea una zona, más fácil será conectarla con otras áreas de la ciudad a través de un sistema de transporte eficiente.
Movilidad activa e inclusiva
En América Latina, aproximadamente el 15% de la población tiene algún tipo de discapacidad –según estimaron–, lo que hace que el diseño de la infraestructura de transporte y la señalética sea aún más relevante. El transporte debe ser inclusivo, considerando no solo la accesibilidad para personas con movilidad reducida, sino también la seguridad y facilidad para otros grupos vulnerables.
Asimismo, además de trabajar con los grandes ejes de transporte, recomiendan promover espacios como las ciclovías y las aceras adecuadas para caminar. Este tipo de infraestructura no solo mejora la accesibilidad y reduce la congestión, sino que también contribuye a la salud pública.
También recalcaron lo esencial de que exista una conexión fluida entre diferentes modos de transporte (autobuses, trenes, bicicletas, taxis) y que todo el sistema funcione como una red integrada.
En este sentido, la “última milla” –ese tramo final del recorrido que lleva al usuario desde la estación de transporte público hasta su hogar o lugar de trabajo– debe ser una prioridad en los procesos de planificación.